El sol desaparece en el
horizonte como un mar de fuego que se diluye lentamente. Finalmente, la luz se
apaga dando lugar a la sombra de la noche.
La brisa se llevó el
perfume de la despedida y la oscuridad avanzó sin piedad en su camino. El día
murió sin esperanza.
El ocaso de un adiós sin
retorno ni consuelo que se repartirá eternamente.
Daniel Cerchiara
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