La nieve lo envuelve
como un sudario.
El viento sopla en su
alma como el aullido de un lobo.
El camino es largo como
una serpiente muerta a sus pies.
Su corazón late al ritmo de una melodía fúnebre.
Sus pasos suenan en el
vacío como el eco de la desesperanza.
El sol se oculta detrás de
una cortina de humo.
No cesa la lluvia.
Su espíritu vaga sin
destino ni refugio.
La vida se le va por las venas como un río de arena, sin esperanza ni consuelo.
Se dirige hacia
su propio abismo.
Daniel Cerchiara
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