En un pueblito perdido de Europa se encuentra el
pintor, arrumbado en la mesa de un bar. Apoyado con el codo, sostiene su cabeza
mientras toma su láudano con la esperanza de acallar los demonios que tanto lo
atormentan, figuras fantásticas que estallan en su cerebro.
Espera que la poción haga su efecto y lo derrumbe
sobre la mesa. Aunque será sólo por un instante ya que al amanecer se
encontrará nuevamente frente al lienzo, con un pincel en la mano, intentando
retratar sus sórdidas pesadillas.
Así transcurren los días del artista que en el
fondo desea que todo llegue a su fin.
Daniel Cerchiara
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